Alondra.
Era medio día, fue al regresar de su escuela que dos hombres y una mujer se acercaron a su casa y tocaron la puerta.
Esa vez fue la última ocasión que Rosa Isela vio a su mamá, entre llanto y gritos escucho como ella le prometió que regresaría por ella.
Todo inicio hace 8 años, Alondra vivía en una vecindad de la Ciudad de Guadalajara, era un lugar ubicado en una de las zonas mas marginadas de la ciudad, de esas zonas que no vemos comúnmente y que se ocultan tras la cara bonita de altos edificios y tiendas departamentales.
En esa vecindad rentaba una modesta habitación lo suficientemente grande para una cama, un ropero, un pequeño tocador, una mesa, la alacena y una estufa. Ella trabajaba como empleada en un puesto callejero que le solventaba sus gastos.
Fue en ese mercado callejero donde se inicio esta historia.
En un murmullo de voces, colores y olores, Alondra sacaba su mercancía. Era un día como cualquiera, así que llego temprano e instalo su puesto: perfumes, polvos faciales, cremas, delineadores… todo muy ordenado. Con una sonrisa saludaba a sus clientas que se acercaban lo mismo a preguntarle por algún tip que a realizar una compra.
En esas estaba cuando una mujer se acerco a su puesto.
- Hola, buenos días. ¿Qué se le ofrece guerita?
- Oye, ¿No tendrás unas monedas que me regales para comprarle leche a mi hija?
Alondra levanto la mirada y observo a una mujer con una bebe en los brazos. Más que observar a la mujer, la mirada de Alondra se concentro en el rostro de la niña… cuanta inocencia y ternura puede existir en un rostro así.
- No, ahorita no tengo, apenas voy empezando – y buscando en sus bolsa, saco unas monedas- mire le coopero con esto. Alondra extendió su mano con la moneda.
La mujer tomo las monedas y se retiro.
Alondra observo como la mujer se perdía entre la gente del tianguis. Sus compañeras de los puestos vecinos, solo se le quedaron viendo y empezaron a cuchichear en voz alta.
- Huy manita, no te la vas a quitar de encima.
- Vas a ver que mañana de nuevo va a venir a pedirte.
- Ya la iras conociendo, nomás usa a la niña de pretexto.
Y efectivamente, al día siguiente la mujer con la bebe en brazos paso con Alondra para pedirle nuevamente dinero. A pesar de los comentarios de sus compañeras del tianguis, Alondra nuevamente le dio algunas monedas. No podía dejar de sentir cierta identificación que aún no se explicaba. Seguramente ese instinto maternal.
Días después y tras recibir algunas monedas, la mujer le dijo a Alondra.
- Detenme tantito a mi niña -
Alondra, no lo dudo y extendió sus brazos, recibió a la niña y florecieron en ella un mundo de emociones. Vio su rostro durmiente y le dio un beso en la frente. Súbitamente una voz corto sus pensamientos – ya, dámela- la mujer tomo a la niña y se marcho. Esa noche Alondra soñó, soñó con poder ser lo que quizás nunca podría ser.
Pasaron los días y la mujer no había regresado, en su mente corrían una serie de pensamientos enfocados a la niña.
Ya eran las 5 de la tarde y empezó a recoger su puesto, el cielo se nublaba y antecedía un aguacero. Tras empacar su mercancía, la llevo a una casa vecina que servia de bodega para los comerciantes.
Ante las primeras gotas de lluvia acelero el paso, ya que su casa se encontraba cerca. Las primeras gotas se transformaron en un torrencial diluvio, así que la gente corría a guarecerse y las calles lucían vacías. Alondra empapada continuaba con rumbo a su casa.
Al dar vuelta a una esquina escucho una voz que le llamaba.
- Hey, tú, ¡muchacha!
Ella volteo, y solo distinguió una sombra en medio del aguacero. Así que se acerco y vio que era ella… ¿Y la bebé?, solo distinguía que en sus brazos traía un envoltorio.
- Yo se que tú la podrás cuidar, no estoy en edad de cuidar y criar niños… toma te la regalo.
Alondra no supo que decir, extendió sus brazos y tomo a la bebe que se encontraba envuelta en varias cobijas.
Ahí tienes sus papeles, ahora es tu hija – dijo la mujer- y se alejo de ahí.
Con el corazón iluminado de felicidad, Alondra hecho a correr a su casa con la bebé en brazos.
Y de eso hace ya casi 8 años, los 8 años más felices de su vida. Verla dar sus primeros pasos, escuchar sus primeras palabras, sentir su cariño.
Esa tarde para Alondra y su hija, inicio su separación. Empleados del DIF de Guadalajara se llevaron a Rosa Isela a una casa hogar de monjas, ya que la “madre biológica” reclamaba la custodia de la niña…
Esos fueron los 8 años más felices para Alondra, una madre transexual en Guadalajara.
Rocio Suárez.
Esta crónica intemporal esta basada en un hecho real.
Era medio día, fue al regresar de su escuela que dos hombres y una mujer se acercaron a su casa y tocaron la puerta.
Esa vez fue la última ocasión que Rosa Isela vio a su mamá, entre llanto y gritos escucho como ella le prometió que regresaría por ella.
Todo inicio hace 8 años, Alondra vivía en una vecindad de la Ciudad de Guadalajara, era un lugar ubicado en una de las zonas mas marginadas de la ciudad, de esas zonas que no vemos comúnmente y que se ocultan tras la cara bonita de altos edificios y tiendas departamentales.
En esa vecindad rentaba una modesta habitación lo suficientemente grande para una cama, un ropero, un pequeño tocador, una mesa, la alacena y una estufa. Ella trabajaba como empleada en un puesto callejero que le solventaba sus gastos.
Fue en ese mercado callejero donde se inicio esta historia.
En un murmullo de voces, colores y olores, Alondra sacaba su mercancía. Era un día como cualquiera, así que llego temprano e instalo su puesto: perfumes, polvos faciales, cremas, delineadores… todo muy ordenado. Con una sonrisa saludaba a sus clientas que se acercaban lo mismo a preguntarle por algún tip que a realizar una compra.
En esas estaba cuando una mujer se acerco a su puesto.
- Hola, buenos días. ¿Qué se le ofrece guerita?
- Oye, ¿No tendrás unas monedas que me regales para comprarle leche a mi hija?
Alondra levanto la mirada y observo a una mujer con una bebe en los brazos. Más que observar a la mujer, la mirada de Alondra se concentro en el rostro de la niña… cuanta inocencia y ternura puede existir en un rostro así.
- No, ahorita no tengo, apenas voy empezando – y buscando en sus bolsa, saco unas monedas- mire le coopero con esto. Alondra extendió su mano con la moneda.
La mujer tomo las monedas y se retiro.
Alondra observo como la mujer se perdía entre la gente del tianguis. Sus compañeras de los puestos vecinos, solo se le quedaron viendo y empezaron a cuchichear en voz alta.
- Huy manita, no te la vas a quitar de encima.
- Vas a ver que mañana de nuevo va a venir a pedirte.
- Ya la iras conociendo, nomás usa a la niña de pretexto.
Y efectivamente, al día siguiente la mujer con la bebe en brazos paso con Alondra para pedirle nuevamente dinero. A pesar de los comentarios de sus compañeras del tianguis, Alondra nuevamente le dio algunas monedas. No podía dejar de sentir cierta identificación que aún no se explicaba. Seguramente ese instinto maternal.
Días después y tras recibir algunas monedas, la mujer le dijo a Alondra.
- Detenme tantito a mi niña -
Alondra, no lo dudo y extendió sus brazos, recibió a la niña y florecieron en ella un mundo de emociones. Vio su rostro durmiente y le dio un beso en la frente. Súbitamente una voz corto sus pensamientos – ya, dámela- la mujer tomo a la niña y se marcho. Esa noche Alondra soñó, soñó con poder ser lo que quizás nunca podría ser.
Pasaron los días y la mujer no había regresado, en su mente corrían una serie de pensamientos enfocados a la niña.
Ya eran las 5 de la tarde y empezó a recoger su puesto, el cielo se nublaba y antecedía un aguacero. Tras empacar su mercancía, la llevo a una casa vecina que servia de bodega para los comerciantes.
Ante las primeras gotas de lluvia acelero el paso, ya que su casa se encontraba cerca. Las primeras gotas se transformaron en un torrencial diluvio, así que la gente corría a guarecerse y las calles lucían vacías. Alondra empapada continuaba con rumbo a su casa.
Al dar vuelta a una esquina escucho una voz que le llamaba.
- Hey, tú, ¡muchacha!
Ella volteo, y solo distinguió una sombra en medio del aguacero. Así que se acerco y vio que era ella… ¿Y la bebé?, solo distinguía que en sus brazos traía un envoltorio.
- Yo se que tú la podrás cuidar, no estoy en edad de cuidar y criar niños… toma te la regalo.
Alondra no supo que decir, extendió sus brazos y tomo a la bebe que se encontraba envuelta en varias cobijas.
Ahí tienes sus papeles, ahora es tu hija – dijo la mujer- y se alejo de ahí.
Con el corazón iluminado de felicidad, Alondra hecho a correr a su casa con la bebé en brazos.
Y de eso hace ya casi 8 años, los 8 años más felices de su vida. Verla dar sus primeros pasos, escuchar sus primeras palabras, sentir su cariño.
Esa tarde para Alondra y su hija, inicio su separación. Empleados del DIF de Guadalajara se llevaron a Rosa Isela a una casa hogar de monjas, ya que la “madre biológica” reclamaba la custodia de la niña…
Esos fueron los 8 años más felices para Alondra, una madre transexual en Guadalajara.
Rocio Suárez.
Esta crónica intemporal esta basada en un hecho real.
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